once


una vez
una brusca ilusión una suerte un dolor
una sangre violenta un malvón una piel
una visita cruel al panteón de sus mieles
una voz una caricia un ardor una ventana

y siempre
la impúdica regla de no verla no hablarle
el insípido andar sin esa bruta escama suya
la melodía atonal de la carencia y sus cunas
la minúscula alegría de desearle un mañana

de desearle
un tambor un niño nuestro de ella de ustedes
de la noche que fuimos de la que son ahorita
de la noche que soy del mar feroz que fuimos

sabiendo bien
de esta ola chiquita que se queda y nos sala
las partes rotas y dulces de esta historia final

...

2 vaivenes:

Luz dijo...

Hermoso, hermoso, bien Orson. Bien, Orson!

Orson Díaz dijo...

Gracias :-)