once


una vez
una brusca ilusión una suerte un dolor
una sangre violenta un malvón una piel
una visita cruel al panteón de sus mieles
una voz una caricia un ardor una ventana

y siempre
la impúdica regla de no verla no hablarle
el insípido andar sin esa bruta escama suya
la melodía atonal de la carencia y sus cunas
la minúscula alegría de desearle un mañana

de desearle
un tambor un niño nuestro de ella de ustedes
de la noche que fuimos de la que son ahorita
de la noche que soy del mar feroz que fuimos

sabiendo bien
de esta ola chiquita que se queda y nos sala
las partes rotas y dulces de esta historia final

...

Ni die

Y entonces fue que vino y puso y fue canción,
desmadejó su propio andar para volverse fe,
no dejó de mirarse los atrases, los despueses,
los varios desvaríos, la panzada final de ayeres.

Subido y cayente gritó un par de silencios, dos,
casi cuatro silencios potentes, animales, fríos,
los gritó muriente, pariendo las letras y los lodos,
sabiendo que su mueca sería piedra, lápida y piel.

Y entonces aquel sabor que su miedo acordonaba
pronto se fue volviendo golosa golosina, amargot,
iracundo argot amargo que sigue siendo armadura,
puerco y sangrío dolor que no se duerme ni muerto.
...

Miranda

Si se pone la noche en cuclillas,
y cuchichea de voces y pasares,
o rompe la sangre antes vertida,
cuando éramos infiernos de día,
muchachos de alas y serpientes,
y la brusca edad se nos vino pura,
nos mareó las nubes y los locos,
la babel de martirios que fuimos,
el inocente saber del feroz padre,
rompiendo un sable en preguntas,
hamacando feliz una beba crecida,
una niña de piernas y ojos y amores,
que parí y que me pare y que es fiel,
aterrada mujercita mar de mundos,
siempre a la caza de vidas y sonrisas,
ella escribe la ardua letra que transito,
el testimonio veloz de una edad
que tiene más tiempo
que sus años.
...