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Descubrió que no, quel viento quesa noche le arañaba las caras quedaría mejor con otra ropa, una menos desnuda, una como el vestido violeta de labuela, lástima que justito lo tenía puesto cuando el cajón, acotó la ginebra, casi mínima, mirándolo sobradora desdel vaso. ¿Que no?, dijo Payo, que ¿quién sos, ginebrita?, que no te da el pinet, que ya vas a ver. Y sin decir agua va se vació el vaso en las almas, ¡Qué tanto, qué fuego, qué viento éste desnudo de abuelas!, mírenlo, mestá llenando de océanos las caras.
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