Dos


Iracunda y vieja compasión de río abierto,
cada mirada será la sangre que fuimos después,
la hirviente pulsión de los amantes rotos,
cayendo entre los otros para armar su vena,
su vena paria y andrajosa que vuelve a ser aorta,
lista y feliz y rosa de pudores hasta que otra vez,
hasta que otra vez la noche es el hastío sin flor,
y se esconde de sí, de las otras venas sanas,
del fúnebre cortejo de ojos y de asfaltos, de horas
que al gruñir atraen y espantan y vuelven a reír,
a volver llorante al que batía muelas, al que no
podía ni soñaba ni creía que el corcel sería para él,
para su brillante tierra de pieles, para sus almas
putas, para sus almas muras, para su renovado
comienzo de crepúsculos, para su irresistible
canción de pares. 

GLOBOS, por Oscar Marful

No hay gente festejando en las calles. Qué raro…
Sólo globos cumpliendo con su hueco cometido.
No hay entraña, no hay argumento, no hay fondo, no hay asunto.
Sólo globos llenos de nada.
Ni hablar de cultura.
Sólo el rodriguezlarreta, ése, y su pornográfica sonrisa.
Ni hablar de arte.
Sólo el midachi.
Se abrazan y se ríen. Y se desploman los techos de las escuelas.
Son hombres de negocios: los delata esa miradita de treinta por ciento.
No dan asco; dan escalofrío.
Dicen poco y nada, pero nadie espera otra cosa de ellos.
Ni siquiera los que los llevaron al escenario de la gloria.
Ciudad de rotos corazones. Que se cuiden los negros.
Que tiemble la educación. Que dios te libre de caer en el pirovano.
Poné el culo a buen recaudo y que la santísima bicisenda te proteja.
Mientras tanto, en costa salguero, ellos se hacen los gandhis.
Y bailan los globos libres de pensamiento alguno.

Por Oscar Marful