yubia

ahí donde la vida
guarda los engaños
el can que fue dado
el mal que fue vicio
la caricia tormenta
la pena sin sostén
aquel corcel que fuimos
cabalgando sin tierra
sin espuelas sin dios
dejando la parca sed
en esas aguas turbias
para volver a andar y caer
derrumbando la risa

la vana y nocturna fe
de los cuerpos nuevos
de tantos hijos derramados
de la brusca inmoral partida
de ese infinito final nuestro
que me dejó tarareando lluvias
...

2 vaivenes:

Anónimo dijo...

Me encantó eso de "que me dejó tarareando lluvias", que bella imágen.

T.

Orson Díaz dijo...

Quién serás, T.?