Si todo viaje supone una previsión de aventura, en El viaje de Avelino están los avatares de la lucha contra el medio –y la falta de medios– pero la única aventura es la de la supervivencia. En la pedregosa y áspera Río Grande hay una nena, Nely, que se enferma, y no hay médico ni hospital para curarla. Su padre, Avelino, emprende una larga marcha para salvarla, desafiando el frío y el tiempo que corre. Francis Estrada no tomó el camino más fácil para su primera película, sino el camino contrario al imaginable. Despojó a esa anécdota demasiado real de todo rasgo miserabilista y de denuncia explícita, y se centró en el lugar y en su protagonista: Avelino Vega. Prescindió no sólo de la voz-off o las entrevistas, sino del documental como formato (pre)establecido de abordaje de lo real, ciñéndose a ese increíble y heroico padre para quien no hay imposibles, y recuperando esa realidad pero duplicada a través de la ficción y con los mismos “actores”. Podría decirse que lo más sorprendente de El viaje de Avelino es que su centro –además de Avelino y su Nely– es justamente la ausencia de ese límite que demarque lo real, para restituirlo con mayor impacto desde la ficción.
Tomado de la página del BAFICI.
Tomado de la página del BAFICI.
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